A partir de la rebelión todo Burgos era una prisión, pero entre todas destacaba la Prisión Central de Burgos, que había sido inaugurada en 1932 por el gobierno de la República. El centro penitenciario suponía una mejora, con una capacidad aproximada para 850 reclusos. En 1934 fueron encarcelados numerosos trabajadores de las cuencas mineras asturianas y palentinas, tras la Revolución de Octubre; el número de reclusos llegó hasta casi los tres mil.