Un día en París. La izquierda republicana antifranquista libera la capital de Francia: La Memoria al servicio de la Justicia. Día 23

24 de agosto de 1944. Amanecer: «A las 6 de la mañana emprendimos la marcha hacia París, llegando hasta la población de Antony, donde fuimos retenidos por un escuadrón motorizado de republicanos españoles. La lucha en aquel sector se había recrudecido y aquellos aguerridos muchachos de la República española consideraron que allí corríamos peligro. Poco antes de las 9 recibieron la orden de proseguir la marcha, y antes del mediodía alcanzábamos los arrabales de la capital, precedidos por los republicanos españoles». Crónica del corresponsal de guerra Ernest Hemingway publicada en el New York Times el 25 de agosto de 1944.

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El partido del auténtico Pablo Iglesias

Pablo Iglesias instaba al pueblo trabajador en 1914 a la acción política, imprescindible según él para limitar el poder ilegitimo del “elemento clerical”,  del militarismo y el caciquismo, dignificar el sufragio falsificado y lograr que “los hombres que ocupan el Poder no se burlen, como hoy hacen, de este país”. Era una llamada al activismo político para corregir graves males originados por la estructura social y  económica, la clase política incompetente y el sistema de la Restauración canovista, cobijado por la Constitución de 1876. En el registro de nuestra historia encontramos verificada esta llamada pablista a la acción política en varias ocasiones memorables, como la Huelga y crisis de 1917, la movilización que trajo la II República y el despertar de la Transición democrática, que no fue un  simple pacto por las alturas entre minorías, sino fundamentalmente el resultado de un proceso en que el pueblo español había recobrado la memoria antifranquista y tomado la palabra exigiendo respuestas y satisfacción a sus demandas de libertad, justicia y democracia.

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Que mi nombre no se borre de la historia. Las 13 rosas

Tras la ocupación de Madrid por el ejército franquista y el fin de la guerra, las Juventudes Socialistas Unificadas intentaron reorganizarse clandestinamente bajo la dirección de José Pena Brea, de 21 años. Tras el golpe de Estado del dictador Franco y el fin de la guerra, los dirigentes del PCE y las JSU habían abandonado España, dejando la organización en manos de militantes poco significativos, los cuales esperaban pasar más desapercibidos. José Pena, secretario general del comité provincial de las JSU, fue detenido por una delación y obligado a dar, mediante torturas, todos los nombres que sabía y firmar una declaración preparada.