De forma masiva, sistemática y organizada, la dictadura franquista utilizó, entre 1937 y 1970, a centenares de miles de prisioneros políticos como fuerza laboral barata, absolutamente manejable y completamente segura, recluida casi siempre en alguno de los numerosos campos de concentración creados al efecto por toda España, en el libro de Javier Rodrigo Sánchez, «Los campos de concentración franquistas. Entre la historia y la memoria» figuran documentados 72 campos de concentración, casi la mitad funcionando ya desde la misma guerra civil, con un total de aproximadamente unos 180.000 internados debidamente contabilizados-, con lo que además de conseguir pingües beneficios económicos para el régimen y sus aliados industriales, el franquismo consiguió descongestionar las numerosas cárceles existentes en toda España, todas ellas abarrotadas durante los años de la más inmediata posguerra, porque las sucesivas oleadas de detenciones masivas, eran pan de cada día y siguieron produciéndose en España entera al término de la guerra civil. Especialmente en Cataluña y Euskadi.