Ya el 12 de noviembre de 1938 el gobierno francés presidido por Daladier promulgó un Decreto Ley en el que mencionaba a los «extranjeros indeseables» (refiriéndose evidentemente a los españoles) y proponía la expulsión de todos ellos. El 5 de febrero de 1939 y presionado por parte de la opinión pública, Daladier –que había bloqueado la frontera e impedido el paso de los refugiados– permitió finalmente la entrada en masa de los huidos por la frontera que hasta entonces había permanecido oficialmente cerrada.