“Hasta después de muerto seguiré recordándolo. De eso no me olvidaré nunca, porque además de haberlo visto lo he sufrido después”. A Luis Vega Sevillano se le resquebraja la voz y casi rompe a llorar cuando vuelve a recordar la noche del 19 de julio de 1936. Era sólo un niño de apenas siete años, pero aquella imagen de tres falangistas arrastrando a su madre Catalina hasta una casa de la calle Real de Paterna, donde aguardaría hasta ser ejecutada cuatro días después, no se le olvidará nunca.