Pablo Iglesias instaba al pueblo trabajador en 1914 a la acción política, imprescindible según él para limitar el poder ilegitimo del “elemento clerical”, del militarismo y el caciquismo, dignificar el sufragio falsificado y lograr que “los hombres que ocupan el Poder no se burlen, como hoy hacen, de este país”. Era una llamada al activismo político para corregir graves males originados por la estructura social y económica, la clase política incompetente y el sistema de la Restauración canovista, cobijado por la Constitución de 1876. En el registro de nuestra historia encontramos verificada esta llamada pablista a la acción política en varias ocasiones memorables, como la Huelga y crisis de 1917, la movilización que trajo la II República y el despertar de la Transición democrática, que no fue un simple pacto por las alturas entre minorías, sino fundamentalmente el resultado de un proceso en que el pueblo español había recobrado la memoria antifranquista y tomado la palabra exigiendo respuestas y satisfacción a sus demandas de libertad, justicia y democracia.