Desde la puerta de entrada a Capucha, una voz ‘canta’ los números. Los detenidos –sucios, asustados, desaparecidos– ya no tienen nombre. Solo una cifra que en los días de ‘traslados’ decide su destino. Desde el ático del terror, los encapuchados elegidos descienden a un sótano donde, aturdidos de pentotal, son arrastrados al último viaje de sus vidas: un vuelo que acaba con sus cuerpos sin voluntad en caída libre hacia el río de la Plata. Varios de los pilotos de estos ‘vuelos de la muerte’ han sido condenados este miércoles a cadena perpetua en la llamada ‘megacausa ESMA’, que juzga cientos de delitos cometidos durante la última dictadura militar argentina.