Tengo que empezar este artículo diciendo que no soy creyente. No estoy entre los que –según la Iglesia católica– están bendecidos por el don de la fe. Pero soy un estudioso del papel que la Iglesia católica ha tenido en la historia de España. Y del análisis histórico y político de tal Iglesia puede deducirse fácilmente que una cosa es el cuerpo doctrinal derivado de las enseñanzas de Jesús de Nazaret y otra muy distinta la Iglesia católica (o, al menos, la jerarquía eclesiástica que la ha dirigido y continúa dirigiéndola).