El otro día se reunió el rey en El Pardo con cuatrocientos nobles. Don Felipe le recordó a la Diputación de la Grandeza de España -poco después de que desposeyera a su hermana del título de duquesa de Palma por su caso nada ejemplar- que tenía la obligación de serlo (ejemplar) por la responsabilidad que entrañan los títulos nobiliarios. Para el rey, mantener dicho imperativo ético supone un deber entre aquellos depositarios de títulos cuyos anteriores poseedores figuran en la historia de España. Lo que supone – añadió en clave de tópico real- un “gran reto” prefijado por la “exigencia de llevar un gran nombre”.