Ignacio Flórez Barrón La recuperación de la memoria histórica abarca
experiencias y acontecimientos de muy diversa índole, todos ellos derivados de
la rebelión militar de 1936 contra el gobierno legalmente establecido de la II
República y de la dictadura fascista impuesta por la cúpula militar, con el
respaldo del capital y de los jerarcas de la iglesia católica.El régimen impuesto, que sometió a la mayoría de
los pueblos de España a una dictadura feroz, provocando centenares de miles de
victimas: asesinatos, detenciones, torturas y orfandad; destrucción de
familias, ruinas, calamidades y miseria de todo tipo, entre los que no hay que
olvidar a los centenares de miles de muertos y mutilados inocentes provocados
por una guerra injusta que, además, enfrentó a media España con la otra media.Hubo colectivos especialmente perseguidos, una
veces por ideas políticas y otras por el sólo hecho de desempeñar alguna
función primordial en la construcción de una sociedad más culta, más preparada,
más democrática y solidaria de la que había predominado hasta la llegada de la
República.Entre estos colectivos, hubo uno que sufrió una
especial persecución: los maestros, porque el régimen quería y necesitaba un
pueblo inculto para su más fácil sometimiento y explotación. Se les acusaba de
haber inoculado en la sociedad y en las mentes juveniles el virus republicano,
que para los fascistas era su gran enemigo.En su mayoría, los maestros estaban muy
posicionados políticamente, eran progresistas y de talante reivindicativo y,
además, desde el punto de vista profesional, veían en los planteamientos de la
República una posibilidad de desarrollar una labor que antes no les había sido
posible realizar, por lo que en el nacional-catolicismo pensaban que si no se
acababa con ellos, al nuevo régimen se les iría de las manos la política que
pretendían imponer.Con la llegada de la República cristalizan en la
escuela proyectos pedagógicos muy progresistas, que ya habían triunfado en los
países más avanzados. Con la liquidación de los maestros se asesina también a
la escuela y se pretendía anular una parte importantísima de nuestra historia.Desgraciadamente, todo esto ha vivido en el
olvido más lamentable, tanto en la Transición como en la democracia, hasta muy
reciente. La cultura y la historia han ignorado una época negra de nuestra
vida. Ha interesado más la mediocridad, en la que casi todas las artes se
rindieron al fetichismo de la modernidad y de la moda, ligados cada vez más al
negocio, la riqueza y la opulencia. La mentira ha imperado en ese largo periodo
y ha dejado las secuelas más tristes y lamentables.Yo, igual que mi familia, soy víctima de aquella
barbarie, pues mi padre, que era maestro nacional y republicano y, además fue
alcalde del pueblo durante algunos meses, lo ejecutaron, no sabemos exactamente
qué día ni en donde. Mi pueblo, Arahal (Sevilla), donde parece ser que grupos
incontrolados cometieron algunos crímenes contra los partidarios del golpe en
los primeros días del levantamiento, después del día 22 de Julio, fecha en que
tomaron el control de la situación, los golpistas se tomaran una revancha
terrorífica e indiscriminada contra todo el que les parecía su enemigo, muchas
veces, más que por razones políticas, por revanchas y por odios. Los fascistas
y los falangistas se convirtieron en ejecutores de las órdenes que Queipo de
Llanos les hacía llegar a través de Unión Radio de Sevilla, con sus arengas, en
las que decía: “faculto a todos los ciudadanos para que cuando se encuentren
con esos sujetos los callen con un tiro o me los traigan a mí, que yo se lo
pegaré”. Así ese criminal, que está enterrado en la Iglesia de la Macarena de
Sevilla, seguramente con todos los honores y los parabienes de la Iglesia, una
vergüenza para muchos cristianos de corazón, ( por lo que haciendo gala de esas
cualidades, debían de exigir que sea sacado de allí). Según consta en el
cementerio de dicha capital, entre Julio del 36 y Febrero del 37, fueron
fusilados y enterrados en fosa común 3028 personas, los del resto de la
provincia y otras zonas de Andalucía serían muchísimos más.
En el caso de mi padre, el día 23 de Julio del 36, a primera hora de la mañana se presentaron en casa un grupo de falangistas y le dijeron: Jorge vente con nosotros, a los que les pidió que le dejaran despedirse de sus tres hijos, de 6, 4 y 2 años, que aún estábamos en la cama y, lo hicieron encañonándolo, lo que supuso para nosotros un tremendo susto. Perece ser que se lo llevaron a la cárcel de Sevilla, de la que unos días después le dejaron salir y él, creyéndose lo que decían: “Nadie que no tenga las manos manchadas de sangre debe temer nada” volvió al pueblo, donde inmediatamente lo volvieron a detener y, dado que él padecía del corazón, lo ingresaron en un hospital que improvisaron en un colegio de monjas, donde yo recuerdo haberlo visitado. De allí le sacaron y ya no lo volvimos a ver. Pocos días después se presentaron en casa con un camión custodiado por la Guardia Civil y se llevaron todo cuanto había en su despacho: libros, estanterías, mesa, sillas cuadros, el aparato de radio, todo, dejando sólo las paredes.Todo eso, como no podía ser de otra manera, tuvo unas repercusiones tremendas para mi familia: mi madre cogió unas representaciones comerciales que mi padre tenía y un pequeña cantidad que cobraba del arrendamiento de una huerta que había heredado de su padre, que era totalmente insuficiente, por lo que tuvo que vender la casa en que vivíamos y nos fuimos a vivir a casa de mis abuelos paternos, que poco después se fueron a Madrid, de donde eran, a los que nunca más volvimos a ver.Acabada la guerra, mi madre se volvió a casar con un elemento que resulto ser muy violento, con el cuál tuvo 7 hijos más; esa violencia, además de mi madre, fui yo quien más la sufrió en forma de castigo físico y psicológico. Era un vago, cuyo trabajo consistía en salir de caza y las piezas que cobraba las vendían para obtener algún dinero. Después recuperaron la huerta, con lo que mi destino cambió de rumbo, pasé de la escuela a guardar cerdos con 9 años y a convertirme en un hortelano. Cuando iba siendo un poco mayor me gustaba leer periódicos y algunos libros de los que sabía extraer conclusiones que me ayudaban a formar un espíritu inconforme y contrario al régimen, por ello, mi padrastro de acusaba de comunista, pero eso para mi era casi un honor. Fruto de esa forma de ser de ese elemento, había muchas reyertas en casa. En una de ellas, éste se vino a Barcelona, donde tenía un conocido y arrastró a la familia, se embarcó en la compra de una torre, el nº. 19 de la calle Florida de Cornellà, sólo con la intención de vender la huerta y ser el dueño del 50%, pero ahí nos opusimos, sobre todo yo, lo que junto a que tenía que trabajar (cosa que nunca le había gustado), fue motivo para largarse al Brasil, entonces tuvimos que dejar la torre e irnos a un piso de alquiler.Yo entonces tenía 24 años, al mes de está aquí entre en Siémens de peón y me dije, aquí no he venido para hacer esto. Así que inmediatamente me busqué una academia y me puse a estudiar; hice el bachillerato elemental y después estudié el Peritaje Industria ( el actual Ingeniero Técnico). En Siémens había una importante organización del PSUC (clandestina, por supuesto), con la que enseguida tuve contacto y en 1961 empecé a militar, que aunque no tenía una gran actividad, dado que además de mis estudios, ese mismo año me casé y hacía horas extras para intentar poder alquilar un piso, pues vivía en casa de mi madre, con ocho hermanos más, en el que estábamos como chinches. Una me pudimos alquilar nuestro piso y terminar el Peritaje, mi militancia fue mucho más activa, además entré a formar parte del APA del Colegio Público Sant Ildefons, de la que en seguida me nombraron presidente. Ahí empecé una actividad socio-política bastante intensa: desde la coordinadora de padres de alumnos de Cornellá, empezó en Cornellá toda la lucha por la construcción de nuevas escuelas para acabar con la precariedad de más de 70 aulas habilitadas, así como por una mayor calidad en la enseñanza, en lo que yo puse todo mi empeño. Como no podía ser de otra manera, ingresé en CC.OO. con lo que participé en las distintas movilizaciones que se organizaban. Más tarde fui elegido delegado sindical en Siémens. Llegadas las primeras elecciones municipales entré a formar parte de la candidatura del PSUC y fui elegido concejal.En 1981 llegó la desgraciada ruptura del PSUC y pasé a formar parte del PCC, del que aún hoy y, espero que mientras viva, sigo militando, con distintas responsabilidades, aunque sería magnifico que se volviera a reconstituir aquel histórico partido donde volviéramos a coincidir todas que sentimos la necesidad de una organización con el protagonismo y la implantación que llegó a alcanzar.En todo este periodo, excepto la legislatura 1991- 1995, no he dejado de ser concejal, con distintas candidaturas (PCC, IC, EUiA) hasta la pasada legislatura que decidí no presentarme. Casi siempre en la oposición y luchando, entre otras cosas, por lo que ha sido una 2ª militancia mía, la defensa del Medio Ambiente y contra una forma de gobernar que no he compartido ni aceptado. Actualmente, aunque estoy jubilado desde hace 15 años, con mis 74, sigo activo política y socialmente: soy coordinador de EUiA de Cornellá, colaboro con el Grupo Municipal de ICV-EUiA, con la Federación de Asociaciones de Vecinos, sobre todo en la tarea de la defensa de la ecología y el Medio Ambiente y con el sindicato de pensionistas de CC.OO.Por suerte no he sido un represaliado, pero he puesto lo mejor de mi vida en la defensa de los más necesitados, de la clase obrera y de un mundo mejor y más justo, solidario y sostenible, a veces renunciando a posibles beneficios, de lo que no me arrepiento lo más mínimo.
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