Fernando Cerdá Gaitán

La campiña cordobesa fue pionera en la historia de las agitaciones campesinas del siglo XIX y XX, como lo relata  Juan Diaz del Moral en su celebre libro “ Historia de las agitaciones campesinas “. Fue precursora del movimiento anarquista desde mediados del siglo XIX, como lo demuestra entre otras cosas, el haberse celebrado en Córdoba el primer congreso anarquista del mundo en diciembre de 1872. Y también alcanzó la triste gloria de ser una de las provincias en donde se dieron el mayor número de asesinados victimas de la represión franquista, en los primeros días del levantamiento militar de julio de 1936, como queda demostrado por los historiadores Francisco Gómez Moreno en su libro “La República y la guerra civil en la provincia de Córdoba” y Arcángel Bedmar en “Los puños y las pistola: la represión en Montilla 1936-1944”.
Mi propia familia en Pedro Abad, donde nacía el día 21 de octubre de 1927, un pueblo de la campiña cordobesa, prolija de luchadores anarquistas lo confirma. En aquel pueblo asesinaron a más de 100 campesinos entre los que se encontraban muchos Cerdá, Gaitán, Mejías, Arenas; tíos, primos y demás parientes reseñados todos ellos por el citado historiador Gómez Moreno.
Mi padre se libró por esas casualidades de la historia, pues al igual que mis tíos y demás parientes era un campesino sin tierra, luchador y anarquista. Casado con Josefa, mi madre, llegaron a tener diez hijos. Por aquel entonces yo tenia ocho años, ya había dejado la escuela y trabajaba con mi abuelo en un cortijo de bonito nombre, Buenos Aires, pero donde la realidad del trabajo y el salario escuálido constituían una realidad poco adecuada para un niño de ocho años. Estaba al cuidado de los animales, vigilaba una piara de pavos y ayudaba en lo que podía al abuelo, para justificar la comida.
Ante la situación creada en Pedro Abad, con tantos parientes asesinados, mi familia decidió poner tierra por medio, marchando a Andujar en donde permanecimos durante dos años y medio de la guerra. Atrás quedo medio pueblo enlutado.
El hambre era el compañero inseparable. Durante esos años un hermano menor murió a consecuencia de ello. Otra hermana menor también falleció en el bombardeo de un refugio donde se hallaba. Fueron años terribles, no solo para nosotros, sino también para todos aquellos campesinos que tanta esperanza depositamos con la llegada de la República.
Las palizas, las torturas, los asesinatos y las represiones de todo tipo, así como la exclusión al trabajo por “rojo” de la represión franquista, está aún por conocer en casi todos sus aspectos, pues aparte de los estudios de Gómez Moreno y de Arcángel Bedmar, apenas se ha tratado lo que constituyó un verdadero genocidio del campesinado, compuesto mayoritariamente por socialistas, comunistas y anarquistas.
En el periodo de agosto de 1945 a noviembre de 1947, mi familia y yo con ellos nos trasladamos a Valencia, en donde la situación empieza a mejorar con el acceso al trabajo.
Yo vuelvo en esas fechas (noviembre de 1947) a Pedro Abad para realizar el servicio militar, finalizado este en julio de 1950, marcho a Catalunya donde habían recalado mi madre y mi hermano Pepe, encontrando trabajo rápidamente en la construcción, posteriormente en RENFE, para finalizar como fijo en la Papelera Española S.A., en febrero de 1951.
Es evidente que durante aquellos primeros años no faltaba el trabajo, pero la vivienda constituía un problema general para todos los inmigrantes que llegábamos, huyendo del caciquismo, la miseria, el hambre y la humillación. Vivimos primero en la antigua “Masía Cal Peixo” en El Prat de Llobregat, después en una barraca de unos treinta metros cuadrados, sin agua ni luz, ni los más elementales servicios sanitarios.
El año 1955 fue un año importante para mi, pues contraigo matrimonio con Julia, extraordinaria compañera militante del PSUC y organizadora del movimiento femenino en el Prat, mujer y madre de nuestros tres hijos. Juntos hasta hoy, supimos gozar y sufrir las alegrías y desgracias que nos trae la vida.
Por esas fechas ya había entrado a militar en el PSUC y junto a otros camaradas, entre los cuales se encontraban: Antonio Oliver Martínez, Isaac Patón Casado y Bernardo García Hernández, reorganizamos el Partido en el Prat. La actividad política y sindical, tanto en el Partido como en la empresa es trepidante y en las elecciones sindicales de la Papelera salgo elegido enlace sindical y posteriormente vocal nacional del Montepío del Papel y Artes Gráficas.
El 15 de abril de 1958 fui detenido por mis actividades políticas y sindicales en la empresa. En la Jefatura Superior de Policía, uno de los hermanos Creix, me dio una soberana paliza al negarme sistemáticamente a confesar y denunciar a los camaradas. Finalmente a mediados de julio, me soltaron sin cargos, tras pasar unos meses en la cárcel Modelo de Barcelona.
La falta de vivienda en el Prat, como en todo el barcelonés, continuaba siendo un problema muy grave que padecíamos la mayoría de los trabajadores de aquella época, empezando a pensar e informarme sobre la posible organización de una cooperativa de viviendas. Me puse en contacto con gente que ya estaba trabajando el tema y empezamos a reunirnos un grupo de compañeros interesados, como los hermanos Sánchez. Corría el año 1961. En una de esas reuniones, con la redacción de Estatutos, se aprobaron y firmaron y se nombró la Junta Gestora. Se tramitaron para su aprobación al Ministerio de Trabajo en Madrid. Pasaron los meses sin respuesta y un compañero, Antonio Cayuela, me indicó que un familiar suyo trabajaba en el Ministerio de la Vivienda y se acudió a el para que influyera en la aprobación de los Estatutos. A las pocas semanas se consiguió el objetivo de tener los Estatutos legalizados.
Los inicios fueron difíciles, pero la ilusión y el esfuerzo de los socios, a pesar de los problemas, hizo que la Cooperativa fuera desarrollando su actividad y progresivamente cumpliendo los compromisos: a los tres años se entregaban 152 viviendas; un año después se entregaba un grupo escolar para 230 niños; a los cuatro años se construyen 168 apartamentos amueblados, las Residencias Cooperativas y 78 viviendas más, iniciándose la construcción de 650 viviendas más. Nos acostábamos cada día con mis preocupaciones,   “con más moral que el Alcoyano” y las íbamos resolviendo o tratando de resolver. Los resultados últimos están bien visibles: 900 viviendas construidas y entregadas a satisfacción de todos y un importante patrimonio inmobiliario común (locales comerciales, aparcamientos, apartamentos, etc.), así como las diferentes etapas de formación educativa, cultural y actividad social desarrollada. Todo y que los objetivos finalmente se alcanzaron, el camino no fue fácil y se tuvieron que sortear problemas de todo tipo: con los trabajadores, entre los socios, con los directivos, entre los miembros de la Junta Rectora, etc.
Mi actividad sindical estuvo siempre, hasta mi despido, ligada a la Papelera Española S.A., en defensa siempre de los trabajadores, como miembro del Comité de empresa, junto  Isaac Patón, Juan Domingo Buhils, Francisco Quiñonero, Mateo Sánchez y otros. También fui elegido Presidente del Sindicato Local del Papel, Prensa y Artes Gráficas y vocal provincial y nacional del Montepío del mismo sindicato. Participé en todas las luchas sindicales de la empresa, en las discusiones de los convenios y en las huelgas que se llevaron a cabo.
Como consecuencia de la huelga de la Papelera de 1973, que duró 21 días, fui despedido junto con otros miembros del Comité de Empresa. Ganamos el juicio que se celebró en Magistratura de Trabajo, puesto que no hubo conciliación previa, nos indemnizaron y quedamos en la calle. El abogado que defendió nuestra causa fue Antonio Martín Martín.
Tras un tiempo en el paro, entre a trabajar en la empresa Alomesa-Blame y Ceminsa del ramo del metal, donde fui elegido enlace sindical, jurado de empresa y vocal provincial del ramo del metal en el año 1974, continuando la lucha sindical. Entre otras muchas acciones en defensa de los trabajadores, habría que citar la denuncia al Juzgado de Hospitalet acusándola de delito social, como consecuencia de no liquidar a la Seguridad Social las retenciones que la empresa realizaba legalmente a los trabajadores. También en esta ocasión fuimos asesorados por el abogado Antonio Martín e intervinieron el Magistrado Molina y el Fiscal Carlos Jiménez Villarejo.
Vuelvo a quedar sin empleo, por cierre de la empresa en 1977 y a partir de entonces realizo tareas de asesor laboral en CC.OO., Unión Local del Prat. Continuo la actividad social y sindical sin descanso hasta hoy, formando parte políticamente  del PSUC-Viu.